jueves, 28 de marzo de 2013

Patricia aguarda La daga fenicia


Mi vista se pierde en la línea del horizonte donde el mar se deja seducir por el cielo y sus latidos se confunden. Soy consciente de que llego tarde a mi cita en el Beso de Luna, pero no he podido resistirme al embrujo de tonalidades plateadas, derramado por esa esfera sobrecogedora que nos observa desde lo alto. El sonido rítmico de unos tacones que golpean sobre las baldosas del paseo marítimo hace que mi atención se desvíe. Me vuelvo hacia el compás constante, hipnótico, y las comisuras de mi boca se estiran hacia arriba al descubrir a la dueña de aquel eco que se hace cada vez más próximo.
En cuanto me alcanza, el viento se le enreda en el pelo y ella lo retiene con una mano para que no me pierda ni un ápice del brillo esmeralda que destilan sus ojos.
—Pensé que estarías esperando en el jardín —le digo, liberando una sonrisa irreprimible.
—Iba a entrar, pero te he visto. ¿Es precioso, no? —comenta, contemplando el escenario nocturno.
—Me he detenido un momento y no puedo dejar de mirarlo.
—Me arranca recuerdos intensos —afirma Patricia, revelando cierta ensoñación en su voz.
—Sé exactamente a qué te refieres.
Ella se empecina en la observación de aquella línea infinita y lejana que se hace borrosa por momentos. No quiere que descubra lo que está a punto de desbordarse en su mirada. Pero yo conozco las partes más recónditas de su alma. Y vosotr@s también lo haréis, en cuanto podáis perderos en las páginas de La daga fenicia. Dejad que el verano transcurra…

martes, 5 de marzo de 2013

Ser mujer


A pesar de que la reunión de esta noche no es precisamente poco concurrida, las conversaciones avanzan entre siseos y silencios que lo gritan todo. De repente una carcajada electriza el aire. Siempre me ha encantado la risa de las mujeres, ese sonido vibrante, juguetón, lleno de promesas… La dueña de tamaña provocación es una valkiria rubia que en este preciso momento sacude su lacia melena hacia atrás y nos descubre un iris azul en cuyas aguas podríamos beber sin miedo. A su lado, Patricia sonríe con malicia. Intuyo que ha sido su comentario el que ha provocado la hilaridad de la otra.
—Te noto traviesa…—le digo.
—¿Tú crees? —me incita.
—Está bien —me río—. Todas sabéis por qué estamos aquí esta noche. Se acerca el 8 de marzo y había pensado que cada una podría aportar su experiencia de lo que significa ser mujer. Tan solo os pido unas palabras, una frase.
—¿Puedo empezar? —pregunta María. Yo le hago un gesto afirmativo—. Para mí la intuición es un rasgo definitorio importante. Creo que se debe a que estamos abiertas a todo.
—Yo creo en la capacidad natural para apoyarnos y defendernos unas a otras —defiende Eva sin soltar la mano de su pareja. Esta se la lleva a los labios y deposita un sexy beso en el dorso.
—Yo qué voy a decir, para mí es importante el instinto maternal —interviene Carla—. No estoy diciendo con esto que sea imprescindible ser madre para sacarlo a flote. Creo más bien que toda mujer lo posee y lo activa en determinadas relaciones interpersonales.
—Para mí una mujer es un ser maravilloso, versátil, lo suficientemente fuerte como para mostrar su debilidad en un momento dado —defiende Mel.
—Creo que mujer es sinónimo de superviviente. Estamos hechas para poder enfrentarnos a cualquier cosa y salir, si no victoriosas, más fuertes —afirma Patricia.
—Completamente de acuerdo —corrobora la valkiria rubia— Eso y el don de hacer crecer a alguien en nuestro interior. Creo que eso nos hace portadoras de la magia.
—La perseverancia y la fuerza de voluntad creo que son características que todas poseemos en cantidades elevadas —señala cierta morena de rasgos latinos.
—Yo defiendo nuestra capacidad de superación —añade la mujer de rasgos exóticos sentada a su lado.
—Pues yo, queridas amigas, creo que somos las criaturas mejor preparadas para el placer—suelta sin titubear una preciosa pelirroja de ojos grises.
Ante semejante afirmación, todas levantan su copa y un murmullo apreciativo se alza sobre las cabezas de las presentes.
Nada que objetar. Sus capacidades son las nuestras… y en La daga fenicia las exhiben sin reparos.