lunes, 4 de julio de 2016

Sophie, Victoria, Daniela y Gerda



El calor de este tórrido julio subleva incluso a los jazmines, que protestan volcando su fragancia al aire sin reservas; un aroma que se cuela en lo más profundo del subconsciente provocando que los instintos afloren. Y eso es precisamente lo que observo en los ojos de las cuatro mujeres que me acompañan esta noche: pasión.
A pesar de ese punto común, las cuatro no pueden ser más distintas.
Sophie refleja la seguridad de la mujer que se ha hecho a sí misma. Es una mujer de negocios independiente y resuelta. Su pasión se orienta hacia una búsqueda que, a buen seguro, va a obtener frutos certeros.
Victoria luce en la mirada el fuego del amor: amor por su familia, amor por la fotografía, amor por Daniela. Pero también podemos descubrir en ella el dolor de un corazón dividido: la obligación de decidir le parte en dos. Debe elegir entre sus afectos, elegir si rebelarse o no a su destino.
Daniela es mucho más de lo que aparenta. Y es mucho más porque supera las trabas que su entorno le impone. Daniela da el salto sin pensar en las consecuencias, se arriesga a pesar de las heridas de guerra que marcan su pasado.
Y Gerda…es Gerda, una mente libre. No hay nada que la frene en sus convicciones, nada que oscurezca su valentía, ningún obstáculo que pueda borrar su eterna sonrisa ni la fuerza de su Leica.
Contemplándolas no puedo sino pensar en el cometido que cada una de ellas tiene en Mis noches en el Ideal Room. Un cometido único en la historia que se desarrolla entre sus páginas, pero también un cometido que trasciende a una época determinada.
Si nada lo impide, tendréis en vuestras manos Mis noches en el Ideal Room a finales de septiembre. Mientras tanto, podéis leer Donde no puedas amar, no te demores. Que disfrutéis del verano.